domingo, 26 de octubre de 2008

1840 y La Rosa Secreta

A la rosa secreta

Remota, secretísima e inviolada Rosa,
Abrázame en mi hora de las horas; allí donde habitan
Cuantos te buscaron en el Santo Sepulcro,
O en el tonel de vino, más allá de la agitación
Y tumulto de derrotados sueños; donde, cerrados casi
Sus pálidos párpados, vencidos por el sueño, los hombres
Han dado nombre a la belleza. Tus grandes hojas ocultan
Las antiguas barbas, los yelmos de oro y rubíes
De los Magos coronados; y a aquel rey cuyos ojos
Vieron las Taladradas Manos y el añoso Leño alzarse
En las brumas Druidas, haciendo palidecer las antorchas;
Hasta que un vano frenesí le arrebató y murió; y a aquel
Otro que encontró a Fand caminando sobre llameante rocío
En una costa gris que nunca azotó el viento,
Y perdió el mundo y a Emer por un beso;
Y a aquel que expulsó a los dioses de sus lares,
Y cien veces estalló roja la aurora mientras lo
Festejaba, llorando sobre los túmulos de sus muertos;
Y al rey orgulloso y soñador que desechó corona
Y desventura, y seguido de su bardo y su bufón
Marchó a vivir entre ebrios vagabundos al corazón del bosque;
Y a aquel que vendió aperos, casa y bienes,
E innumerables años buscó por tierras y por islas,
Hasta encontrar, entre risas y lágrimas,
Una mujer de tan resplandeciente belleza
Que los hombres trillaban el grano a medianoche,
Por un mechón de sus cabellos, un pequeño mechón robado.
También yo espero la hora de tu gran vendaval de amor y odio.
¿Cuándo se extinguirán en el cielo las estrellas,
Como chispas que brotan del yunque y que se apagan?
¿Acaso no ha sonado ya tu hora?, ¿no sopla ya tu huracanado viento,
Remota, secretísima e inviolada Rosa?

The Secret Rose, W.B. Yeats. The Celtic Twilight. Traducción de Alejandro García.






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